Capítulo 10

Capítulo 10: De tréboles y amistades

El capítulo, en principio, tiene que centrarse en los tréboles de cuatro hojas. ¿Que por qué? Pues porque quiero que el trébol de cuatro hojas sea el símbolo sencoísta. Igual que los pastafaristas se ponen un colador en la cabeza o los cristianos usan una cruz para mostrar al mundo sus creencias, aquellos que sigamos la filosofía sencoísta deberíamos poder identificarnos de alguna manera.

Basándome en la experiencia acumulada de todas las religiones que conozco, que han ido haciendo esto mismo a lo largo de la historia, he decidido fagocitar algo que ya es un símbolo en sí mismo. Creo que todos sabemos que los tréboles de cuatro o más hojas, por su rareza, están considerados signo de buena suerte. Por lo tanto, en el imaginario popular, un trébol de cuatro hojas ya es algo positivo, antes de representar al sencoísmo, y eso genera una simpatía de base que, obviamente, viene bien. Esto es uno de los puntos positivos del trébol de cuatro hojas como símbolo.

El segundo punto positivo es que todo el mundo puede encontrar un trébol de cuatro hojas. Solo necesitas salir a pasear jardines y armarte de paciencia. Es ahí donde reside la magia, en que no es fácil y no lo vas a encontrar a la primera, al menos generalmente. Por lo tanto, vas a dedicar un tiempo de tu vida a hacer algo para Senco. Es como una manera de orar. La idea no es encontrarlo para ti, puesto que para eso, como ya hemos explicado, habría formas de oración más agradables. La idea es que lo encuentres para regalárselo a otra persona. Sería una oración dirigida hacia otro, una manera de decirle a esa persona que quieres que tenga suerte, que te preocupas por él y que es importante para ti.

De esta manera iremos tejiendo poco a poco una red de personas, gente unida por la creencia de que un mundo mejor es posible simplemente siendo más conscientes de él, de lo que nos rodea y de nosotros mismos, lo que nos proporciona una nueva percepción. Una amplia red de personas conscientes de que tienen gente alrededor que se preocupa por ellas.

Digo amplia porque hay algo que he visto a mí alrededor y que me parece preocupante. Parece que a veces hay que sacarse un «carné de amigo», o que los amigos tienen que ser algo escaso, como si hubiera un cupo máximo de amistad y se fuera a diluir si tienes demasiados amigos. Es un punto que me parece curioso porque me han llegado a cuestionar mi amistad con cierta gente con frases como «pues no creo que él te considere un amigo». Lo peor de todo es que, en una época de mi vida, yo era tan inseguro que más de una amistad ha sido anulada antes de que tuviera opción de nacer.

La amistad, que no deja de ser amor por otras personas, es uno de los sentimientos más poderosos que existen. El nivel de amistades de una persona puede determinar su nivel de felicidad y de realización en la vida. Para ser feliz, hay que sentirse realizado, y mucha gente que parece tener todo lo que uno podría desear, al menos según las imposiciones sociales a las que estamos sometidos, no es feliz en absoluto. Porque somos seres sociales, y como tales necesitamos relaciones sociales, y el amor es lo que nos hace más fuertes. Por supuesto, cada persona es un mundo y hay quien solo necesita un amigo para ser feliz. Pero eso no quiere decir que, si tienes más, esa amistad vaya a diluirse. Ni quiere decir que si a unos los ves menos que a otros, u hablas menos con ellos, sean menos amigos tuyos.

Mi regla en este aspecto es sencilla: considero un amigo a toda aquella persona en la que visualizo la potencia de una amistad. Si conozco a alguien de verle un par de veces y en las dos he pensado «qué tipo más majo, creo que me llevaría bien con él», no le doy más vueltas, le considero un amigo y le trato como tal. El resultado de actuar así es sorprendentemente satisfactorio porque la persona en cuestión, aunque difiera totalmente en sus pensamientos sobre la amistad conmigo, y de normal me considerase un «conocido», al verse tratada como a un amigo adopta un comportamiento similar y acaba considerándome un amigo. Supongo que tendrán que ver las neuronas espejo, que habrá un complejo sistema de reacciones cerebrales detrás de esto que digo y que un neurocientífico lo explicaría bastante mejor que yo, pero el caso es que, si lo probáis, funciona.

La amistad no es cuantificable ni medible, pero es obvio que muchas veces el nivel no va a ser el mismo. Tú puedes considerar a una persona como tu «amigo del alma» en un momento dado y que a su vez esa persona te considere a ti como un amigo más, entre muchos. Eso es completamente natural y cambiante. Es probable que al mismo tiempo tú seas el «amigo del alma» de alguien que para ti es un amigo más. Las circunstancias vitales, el entorno y un sinfín de causas de todo tipo, que afectan a todo el mundo, pueden hacer oscilar la amistad. Pero la amistad, si has llegado a ella, es como un junco. Por fuerte que sople el viento, no se romperá. Podrá oscilar con fuerza y amenazar con tocar tierra, pero volverá a levantarse cuando pase el ciclón.

En mi experiencia vital, he visto clarísimo que lo que das, acaba volviendo. Pero, y esto es muy importante recalcarlo, no necesariamente por la misma persona a la que se lo has dado. Si das esperando recibir algo a cambio, lo más probable es que lo único que te lleves sea una enorme decepción. Sin embargo, si das sin esperar nada a cambio y ayudas a la gente cuando esta lo necesite, crearás una red, y verás que cuando tú necesitas algo, esa red proveerá. La cuestión es que no necesariamente la ayuda que tú estás necesitando vendrá de aquella gente a la que has ayudado.

Puede venir de cualquier parte, y muchas veces será inesperada. Igual que habrá muchas ocasiones en las que, por circunstancias vitales propias, tú no podrás estar ahí para amigos tuyos que lo necesiten, a ellos les puede ocurrir lo mismo cuando seas tú el que estás pasando un mal momento, y eso no quiere decir que te quieran menos.

Sé que suena manido, pero el amor todo lo puede. Es una fuerza de la que no sabemos mucho. Y no estoy hablando de lo que nos venden como amor, ese «amor romántico» en el que de repente todo deja de existir y solo existe la otra persona. Eso es algo que nos han bombardeado desde niños, y nos han obligado a admitir como el «amor verdadero», y yo digo que pamplinas. Por supuesto que existe ese tipo de amor, y que es precioso, pero ni es el único ni tiene por qué ser el más importante. El amor de la amistad no es tan repentino, ni tan salvaje. No es pasional y arrebatador. El amor de una pareja es un pico repentino en una gráfica. Explota sin avisar y sube muy alto y muy rápidamente, hasta alcanzar cotas difíciles de creer. Pero ese pico luego baja. Puede tardar más o menos, pero acaba bajando. Si tienes suerte y esa persona es en efecto el amor de tu vida, bajará, pero se quedará en un nivel bastante más alto del que había en un inicio, en el nivel de una gran amistad, probablemente la mayor de tu vida. Si tienes mala suerte y la cosa sale mal, la cosa puede bajar muchísimo más, a niveles inluso de tremenda desdicha, y creo que cualquiera que haya sufrido reveses amorosos podrá entenderme a la perfección. Con la amistad, sin embargo, la cosa es distinta. No crece de sopetón, ni llega a un pico tan alto como el amor romántico, pero aumenta poco a poco hasta alcanzar un punto en el que se mantiene estable, proporcionando un nivel de amor constante en la vida de los individuos.

Adjunto aquí un gráfico hecho por mí y totalmente subjetivo que creo que permite visualizar muy bien la diferencia.
Obviamente, en esta vida uno no puede seleccionar una parte concreta y aislarla del resto, porque todo lo que nos sucede nos afecta. Esto quiere decir que las gráficas no funcionarían independientemente, sino que nos encontraríamos ante un sumatorio de todas ellas. El resultado final sería la suma de todas. Si no tienes buenos amigos, pones todas tus esperanzas en un amor repentino y este es frustrado, lo más probable es que la caída sea apoteósica y la recuperación difícil. Sin embargo, si exactamente la misma ruptura se produjese en una persona que tiene una gran red de amistades, la caída sería mucho menor y la recuperación, por lo tanto, muchísimo más fácil.
El nivel de amor equivale al nivel de felicidad de una persona del que he hablado en capítulos previos, y, como ya comenté, es mucho mejor a largo plazo tener una fuente de amor segura, como lo son las amistades, que basarse únicamente en altibajos amorosos como los que proporcionan las relaciones de amor romántico.
Entiéndase que con esto no estoy diciendo ni muchísimo menos que no sea bueno el amor romántico. Que quede muy claro que el amor en cualquiera de sus formas es algo maravilloso y de gran poder. Pero el amor romántico está estandarizado en nuestra sociedad y parece que hay que ponerlo sobre todo lo demás si quieres encajar en el estándar de normalidad que esta sociedad impone, y que tu pareja es mucho más importante que el resto de tu red social. Soy el primero que la ha cagado en relaciones amorosas y ha perdido amigos por el camino por haber actuado de esta manera.
Porque las amistades, como cualquier tipo de relación con otras personas, hay que cuidarlas si quieres que duren. Comparémoslas con semillas. Puedes dejarlas ahí tiradas y esperar a que prosperen, y algunas veces saldrá bien. La semilla encontrará su sitio y germinará. Pero lo más probable es que la próxima lluvia se la lleve y nunca vuelvas a saber de ella. Sin embargo, si preparas un pedacito de tierra, plantas la semilla en el momento adecuado y la riegas con regularidad, es casi seguro que de ella nacerá una hermosa planta. Hay amistades que son como cactus, son igual de bonitas y dan el mismo color que otras plantas, pero necesitan muchos menos cuidados y basta con que las riegues de vez en cuando. Otras amistades serían como los bonsáis, tremendamente difíciles de cuidar y proclives a morir si no les prestas la suficiente atención, pero impresionantes y bellas. Hay tantos tipos de amistades como tipos de personas, pero todas requieren algún tipo de cuidado por tu parte, y eres tú el que tendrás que calibrar cuál es ese nivel. Por ello, aunque tu pareja sea un bonsái que requiere muchos y especiales cuidados y gran mimo continuo, no olvides que sigue habiendo otras plantas que debes regar de vez en cuando.
El sencoísmo te invita a dejar entrar a la gente en tu vida, a crear una red de personas en las que confiar y a las que querer, gente a la que ayudar y por la que preocuparte, y a intentar que esa red crezca lo más posible. Confía en los demás y ellos confiarán en ti, y si te llevas un chasco una de cada tres veces ¡tendrás dos personas que te consuelen por cada decepción! Cuantas más y mejores amistades tengas, mayor será tu nivel de amor basal y, por lo tanto, mayor será tu felicidad, y además estarás contribuyendo positivamente al amor basal y a la felicidad de más gente.
En cuanto a los tréboles, yo los uso para mandar energía a la gente de mi red. Tengo mucha gente en ella y me gusta dedicarles un ratito cuando medito, visualizando cómo les mando parte de mi energía. La cuestión es que si dedicase cinco segundos a cada persona que me importa en estas visualizaciones me pasaría mucho más tiempo del que tengo en esa meditación. Por ello se me ocurrió que, dado que encontraba muchos tréboles de cuatro hojas, y a toda persona que yo haya conocido le hace ilusión que le regalen uno, podría regalárselos a todas aquellas personas que me importan y dedicar mi ratito de meditación a mandar energía a esos tréboles, usándolos como un símbolo conductor y convirtiéndolos en un amuleto que yo mismo voy recargando con parte de mi suerte día a día. Esto no quita que, cuando tengo a amigos con problemas, no intente visualizarlos solucionando esos problemas, pero ahorra tiempo y me pareció una muy buena manera de aprovechar los tréboles, hacer un regalo que a todo el mundo gusta y hacer algo bueno, todo en el mismo movimiento.

Resumiendo: quiero un símbolo para el sencoísmo porque considero que puede ayudar a que este llegue a más gente. He escogido el trébol de cuatro hojas porque ya tiene una simbología positiva en el subconsciente de la gente y porque todo el mundo puede encontrarlos, lo que permite que el que recibe uno como regalo sepa que la persona que se lo ofrece ha dedicado su tiempo, que es su posesión más preciada, a hacerle un presente. Esto nos lleva a las amistades, que buscamos activamente e intentamos cuidar lo mejor posible, puesto que el sencoísmo busca crear una red energética de la mayor amplitud posible, pues esta conducirá a un gran aumento de la felicidad basal, que repercutirá positivamente no solo en nosotros, sino en todo nuestro entorno. Si mi felicidad ayuda a que mis amigos sean más felices y la felicidad de estos ayuda a que yo sea más feliz, cuanto más amplia consigamos tejer esa red, mayor será el impacto positivo, no solo en nosotros mismos como individuos, sino también como sociedad.