Capítulo 7

Capítulo 7: Toda hoguera necesita una chispa para nacer

Cuando ingresé en el hospital, en el verano del 2017, pasé varios días muy mal. Y cuando digo «muy mal» quiero decir realmente mal. No solo físicamente, que hubiera podido aguantarlo, sino también anímicamente. Yo llevaba ya un tiempo sabiendo que algo malo me pasaba, y teniendo en cuenta mis antecedentes sanitarios, un mes antes de acabar ingresado la palabra cáncer ya revoloteaba en mi subconsciente.
Lo que empezó con un cuadro digestivo severo, siguió como una molestia abdominal importante y continua, mucha flojera, sudoración durante bastante tiempo, febrícula prácticamente constante y una pérdida de peso inexplicable. Para mí la cosa estaba clara, ya que todos estos son síntomas bastante claros de neoplasia en una persona con mis antecedentes, pero en un par de visitas que hice a urgencias tampoco acabaron de decirme nada y me volvieron a mandar a casa. Empeoré y empeoré. Y cuando ingresé ya era un pobre despojito de persona que no podía con el alma. Cuando en el TAC se vio «la presencia de implantes omentales y peritoneales, sin presencia de teórico tumor primario», la palabra cáncer creció y dejó de acechar en las sombras para adoptar una cómoda postura a los pies de mi incómoda cama de hospital.
Permanecí varios días en un estado de desconexión del medio, incapaz de concentrarme en nada, sin ganas de comer, de hablar ni de hacer nada que no fuese estar tumbado. Pese a que ya llevaba varios años practicando la meditación, era incapaz de llegar a un estado mental relajado que me permitiese luchar contra ese pesimismo que me invadía. Por no ser, no era capaz ni de leer un libro, algo que creo que no me había pasado nunca en la vida.
Y salí de ese estado catatónico únicamente cuando una persona, en cuyo criterio espiritual confiaba bastante, me mando este texto, que transcribo de forma íntegra:

La Llave de Oro

La Oración Científica te hará, tarde o temprano, apto para salir tú mismo o para sacar a otros de cualquier dificultad existente sobre la faz de la tierra. Es La Llave de Oro de la armonía y de la felicidad. Para aquellos que no están familiarizados con el poder mayor que existe, esto parecerá una afirmación aventurada, pero solo bastará que se haga un sencillo experimento para demostrar, sin sombra de dudas, que es del todo cierto. No necesitas creer en lo que se te diga al respecto; sencillamente, pruébalo por ti mism@ y ya verás. Dios es omnipotente y tiene dominio sobre todas las cosas. El hombre ha sido hecho a su imagen y semejanza. Esta enseñanza inspirada debe ser tomada al pie de la letra, literalmente. Aquí «el hombre» quiere decir tod@s y cada un@ de los hombres y mujeres. Por tanto, la habilidad para disponer de este poder no es prerrogativa especial del Místico o del Santo, ni siquiera del mejor entrenado practicante de la Verdad.

Quienquiera que seas, dondequiera que estés, La Llave de Oro de la armonía se halla en tus manos ahora mismo. La razón de ello es que en la Oración Científica es Dios quien obra, no tú, por lo que tus limitaciones y debilidades particulares no entran para nada en el asunto.

Tú solamente eres el canal a través del cual tiene lugar la acción divina y tu actitud para recibir los beneficios de este tratamiento, realmente solo debe ser la de apartarte a un lado. Los principiantes obtienen con frecuencia notables resultados a las primeras pruebas, porque todo lo que es absolutamente esencial es mantener la mente receptiva y un mínimo de fe para probar el experimento. Aparte de eso se puede tener cualquier punto de vista religioso o no tener ninguno. En cuanto al método de obrar, como todas las cosas fundamentales, se basa en la sencillez misma.

Todo lo que tienes que hacer es esto: deja de pensar en la dificultad y en su lugar, piensa en Dios Esta es la regla completa, y si no haces más que esto, la dificultad, cualquiera que sea, no tardará en desaparecer. No hay diferencia en la clase de problema que sea. Puede ser grande o pequeño, puede ser concerniente a la salud, a las finanzas, a un pleito judicial, a una riña, a un accidente o a cualquier otra cosa concebible… pero sea lo que sea, simplemente deja de pensar en ello y en su lugar, piensa en Dios. Es todo lo que tienes que hacer. ¿Podría haber algo más sencillo? Dios mismo no podría hacerlo más sencillo, y sin embargo, nunca falla cuando se aplica correctamente.

No trates de formar una imagen mental de Dios, lo cual, por supuesto, es imposible. Obra repitiendo todo aquello que sepas acerca de Dios: «Dios es Sabiduría, Verdad, Inconcebible Amor», «Dios está presente en todas partes, tiene infinito poder, todo lo sabe»… Así sucesivamente. No importa lo bien que creas que entiendes estas cosas; repítelas sin cesar. Debes dejar de pensar en la dificultad, cualquiera que sea. La regla es pensar en Dios; si estás pensando en tus dificultades, es que noestás pensando en Dios. El observar incesantemente los asuntos con sospecha, para darnos cuenta de lo mal que van, es fatal, porque esto equivale a pensar en la dificultad y se debe pensar en Dios y en nada más.

Tu objetivo debe ser borrar la dificultad de tu conciencia, cuando menos por unos instantes, sustituyéndola por el pensamiento en Dios. He ahí lo especial. Si puedes quedar absorto en esta consideración del mundo espiritual de manera que realmente olvides por un rato todo lo que se refiere a la dificultad que te indujo a orar, te encontrarás seguro y cómodamente libre de esa dificultad. ¡Has llevado a cabo tu experimento con éxito!

Si quieres aplicar La Llave de Oro a alguna persona que te incomoda o a una situación difícil, piensa: «Voy a aplicar a Pablo o a María —o a ese peligro que me amenaza— La Llave de Oro»; luego procede a desalojar de tu mente todo pensamiento que se refiera a Pablo, a María o al peligro, reemplazándolo por el pensamiento en Dios. Si haces esto con alguna persona, no influirás sobre su conducta en manera alguna, excepto en que le impedirás que pueda hacerte daño o molestarte, y con eso solo le harás un bien. De ahí en adelante es seguro que será una persona algo mejor, más iluminada espiritualmente, tan solo porque le has aplicado La Llave de Oro. Un pleito judicial que esté pendiente o cualquier otra dificultad, probablemente se desvanecerá sin hacerse más grave, impartiéndose justicia a tod@s l@s implicados en él. Cuando logres hacer esto con facilidad, podrás repetir la operación varias veces al día, a intervalos regulares. Asegúrate de que, cada vez que lo hagas, retiras todo pensamiento del asunto hasta la próxima ocasión. Esto es muy importante.

Hemos dicho que La Llave de Oro es sencilla, y realmente lo es; sin embargo, no siempre es fácil de aplicar. Si estás muy asustado o preocupado, puede serte difícil al principio desviar tu pensamiento de las cosas materiales. Pero repitiendo constantemente alguna expresión de Verdad Absoluta que consideres importante, tal como: «Solo existe el poder de Dios», o «yo soy un hijo de Dios, envuelto de la paz perfecta de Dios», o «Dios es amor, Dios me guía», o quizás la más sencilla de todas: «Dios está conmigo».

No importa lo mecánico e inútil que al principio te parezca este procedimiento, pronto te darás cuenta de que empieza a tener efecto y de que tu mente se aclara. No luches con violencia, sino con quietud e insistencia. Cada vez que encuentres tu atención divagando, dirígela de nuevo a Dios. No intentes adelantarte a la solución de la dificultad que estás pasando. Eso solo retrasaría los resultados. Deja la cuestión de los medios y el resultado final para Dios. Lo que tú quieres es librarte de la dificultad… ¡Con eso basta! Haz tu parte, que Dios no fallará en hacer la suya.

Emmet Fox

 

«Todo aquél que invocare el nombre del Señor será salvo» (Hechos 2:21)

Lo he puesto tal cual me lo mandaron a mí, para que veáis que es un texto que en frío, en un momento de tu vida en el que no te está pasando nada, tiene más posibilidades de causarte una sonrisa escéptica o incluso una carcajada que de ayudarte en ninguna dificultad. Es algo que jamás hubiera tomado en serio estando bien, y, sin embargo, curiosamente, es lo que me permitió resurgir de mis propias cenizas. Y lo puse en práctica porque no tenía nada más a lo que aferrarme.

Es difícil transmitir lo que uno siente en esos momentos tan vulnerables, pero lo voy a intentar:

Indefensión.

Es una palabra que lo expresa bastante bien.

 

Un matón enorme se dirige hacia ti con cara de querer partirte la cara. Es el doble de grande que tú y ves su cara de mala leche acercándose mientras te mira a los ojos y chasca los nudillos. No le conoces de nada y lo único que has hecho para atraer su atención es cruzar tu mirada con la suya mientras oteabas a la gente, pero sabes que con eso vale, y que el diálogo lo tiene muy difícil para sacarte de esta, así que será mejor darse la vuelta y cambiar de bar.

Pero con el añadido de que en el hospital no puedes huir, no puedes correr hacia otro sitio esperando que el matón no te siga, porque la enfermedad ya está contigo y no puedes darle esquinazo ni correr más rápido que ella.

Impotencia.

Puesto que crees que no está en tus manos mejorar nada, que lo único que puedes hacer es esperar unos resultados que parecen no llegar nunca.

 

El matón es más grande y fuerte que tú, y sabes que plantarle cara no serviría de nada. Solo vas a conseguir que te atice con más ganas. Necesitas un amigo más grande y fuerte que él, que apoye la mano en tu hombro y, mirándole a los ojos, le pregunte si hay algún problema.

Pero ese amigo no está ahí.

Rabia.

Porque la indefensión y la impotencia conducen a ella. Porque no entiendes por qué tiene que existir ese matón, y aun en el caso de que lo entendieras, no puedes comprender por qué te ha tenido que escoger a ti.

Miedo, descontento, asco…

No sigo porque creo que si dedicáis un ratito a pensarlo, aunque no sea mucho, podéis haceros a la idea y no os será muy difícil imaginar que a priori ninguna de las emociones va a ser buena ni agradable.

La cuestión es que este texto me permitió capear el temporal. Pese a que nunca había creído en Dios, decidí intentar poner en práctica lo que había leído, principalmente porque no tenía ninguna otra opción que no fuese morirme del asco y esperar. Porque cuando estás desesperado te aferras a un clavo ardiendo.

Recibí el mail con la llave de oro una noche, estando ya solo en la habitación. Dediqué mucho tiempo esa noche, probablemente horas, a tratar de convencerme a mí mismo de que Dios podía existir y de que si existiese, sería mi colega y me ayudaría. Anclé a mi subconsciente una imagen de los Simpson, en que se ve una parte de Dios dando la espalda a la cámara, con Homer al lado, sentados en una nube. Cambié a Homer por mi persona en mi imagen mental, y repetí una y mil veces el mantra «Dios existe y me quiere».

Primero tenía que convencerme a mí mismo de que el amigo que podía protegerme del matón estaba detrás de mí y que su mano, efectivamente, estaba sobre mi hombro. En el ejemplo gráfico del matón y el amigo la respuesta es fácil, o tienes un amigo grande contigo o no. En mi caso la cosa no era tan sencilla, pues lo que buscaba es que la idea de Dios me permitiese dejar de pensar, por un rato al menos, en mi enfermedad. Y teniendo en cuenta que nunca había creído en la existencia de ningún Dios, dedique más energía a convencerme de que este existía que al pensamiento de que me quería.

Esto no es sino una forma de mindfulness: concéntrate en algo y deja que lo demás se diluya. Centra tus pensamientos y todo tu ser en una sola cosa y aleja todo lo demás.

¿Dónde quiero llegar con esto? Pues a que, si en ese momento hubiese tenido a Senco para creer en él, todo me hubiera resultado mucho más fácil.

Porque Senco es una idea, y por eso tiene poder. Existe y tiene poder porque yo creo en ella. Y si tú crees en ella también, la idea se hará aún más fuerte, y aunque no la necesites para nada la mayor parte del tiempo, estará ahí para cuando realmente no te quede más remedio que acudir a ella. Si algún día a ti o a cualquiera de tus seres queridos le pasa algo grave, podrás acudir a Senco, a esa idea que tenemos en común, y sabrás que mucha gente está mandándote energía, aunque sea de una forma indirecta, y que eso te va a ayudar. Porque Senco es nuestra idea, y al ser nuestra tiene mucho más poder, porque no tenemos que convencernos a nosotros mismos de nada, simplemente está ahí, para ayudarte en el momento en el que lo necesites. Esta es la primera propuesta que hago con el sencoísmo.

La segunda es más ambiciosa, ya que afecta a todos y cada uno de nosotros, no solo a aquellos que tengan un problema.

Para entrar en materia, creo que podemos estar de acuerdo en que «el hombre es un lobo para el hombre». «Homo homini lupus», que dijo Thomas Hobbes adaptando una frase del comediógrafo latino Plauto, dando por sentado que el ser humano es egoísta por naturaleza. Y no creo que nadie que haya vivido en este planeta se atreva a negarlo.

Pero voy a matizarlo un poco. Porque al mismo tiempo, todos los que hemos vivido en este planeta nuestro nos hemos cruzado en alguna ocasión con «seres de luz». Esa gente que es buena y no hace el mal a otras personas. Esa gente tan empática que es incapaz de hacer de lobo, casi ni proponiéndoselo. Esa gente que ha evolucionado lo suficiente como para darse cuenta de que la felicidad que generan el altruismo y las «buenas» acciones son realmente mucho más satisfactorias que aquellas acciones egoístas que solo buscan la satisfacción personal. Sé que hay poca gente así, y la mayoría nos movemos entre los extremos como podemos, intentando acercarnos más a uno u otro con un éxito indeterminado.

Esto de que la felicidad que genera el altruismo es mayor que la que genera el egoísmo es algo que uno tiene que vivir. No sirve que yo te lo cuente para que me creas, tienes que sentirlo. Saber qué produce el ayudar a alguien que estaría peor si tú no existieses. El fin es llegar al altruismo egoísta. Una contradicción en sí mismo, pero lógico al mismo tiempo. Practicar el altruismo porque eres consciente de que al final te va a proporcionar un bienestar mayor que no hacerlo.

En este mundo en el que vivimos solemos medir la felicidad por la cantidad de cosas que tenemos. No podré ser feliz hasta tener esas zapatillas. O ese móvil. O ese bolso o complemento. Y cada una de estas cosas que vayamos consiguiendo nos dará una inyección de felicidad, un chute potentísimo que nos embriagará a tope y nos hará creer durante un tiempo bastante corto que somos felices. Pero cuando el efecto del chute pase, en minutos, horas o como mucho unos días, habremos vuelto a la felicidad basal, al cero, porque tener un móvil mejor, unas zapatillas más caras o un coche deportivo no te realiza como persona, por más que la tele y la sociedad en general intenten venderte esa idea.

La gente de luz ya existe, y el sencoísmo tiene el firme propósito de acercar a todas las personas que pueda a ese estado para que la humanidad, como un todo, pueda dar un pasito adelante, y generar un círculo virtuoso alcanzando una masa crítica de gente que busque el altruismo y que consiga que esa búsqueda del bien sea lo normal y el egoísmo y la envidia, lo raro.

Imagina que la humanidad como conjunto tiene una mente colectiva. Una especie de ente inmenso que existe en otro plano existencial, un conjunto de todas las mentes humanas. Una especie de huevo gigantesco compuesto de pensamientos individuales que se arremolinan para formar un gigantesco todo. No tenemos acceso a ella de forma consciente, pero sí de forma inconsciente, y ello permite que los seres humanos vayan de la mano y que ya antes de la era de la comunicación se hiciesen descubrimientos muy parecidos en diferentes partes del mundo y prácticamente al mismo tiempo.

¿Por qué tengo esta idea? Porque gente con más imaginación que yo ha escrito sobre este tipo de cosas. Me viene a la cabeza un relato de ciencia ficción concreto (Psicoespacio, de Robert J. Sawyer, premio UPC 1997). En él, una civilización extraterrestre manda a la tierra los planos para construir un aparato que te permite ponerte en contacto con esa especie de ente cósmico, ya que sería de ente cósmico a ente cósmico de la única manera en que estos extraterrestres se podrían comunicar con nosotros. Yo he tomado prestada esa imagen mental de un huevo inmenso formado por multitud de pequeños hexágonos que aparecía en el relato, en el que cada uno de los hexágonos era una mente humana y se iban apagando y encendiendo según iba muriendo o naciendo gente.

Resumiendo lo dicho: Homo homini lupus y un huevo cósmico que representa al conjunto de la humanidad.

¿Y si ese huevo que es el conjunto de la humanidad no es más que un niño? ¿Podría pasar a ser adulto si los seres humanos dejamos de ser lobos los unos para los otros? Quizá la humanidad todavía sea demasiado joven como para dejar de pelear entre sí. Pero a la vez me da mucha pena y mucha rabia ver todo el potencial que perdemos debido a esto.

Por ello, lo que pretende el sencoísmo es ser un catalizador que permita que ese paso a la etapa adulta de la humanidad en su conjunto se produzca de una forma más rápida. Porque me parece ridículo que sigamos peleando entre nosotros, o que el hambre en el mundo pueda acabarse con una cifra equivalente al 0,3% del PIB mundial (según la ONU) y la gente no se lleve las manos a la cabeza porque siga habiendo gente que muere de hambre. O que sigamos empeñados en abrir nuevas fronteras en lugar de abolir las existentes. Es gracioso que lo único que puede viajar libremente sean los productos. A ellos se les abren todas las puertas sin ninguna pega. Pero los seres humanos solo pueden viajar libremente si tienen dinero para comprar esos productos y si no, son calificados como un peligro. ¿Si nos organizáramos de verdad crees que no hay recursos suficientes en el planeta para que todo el mundo tenga acceso a una vivienda digna y comida en la mesa? ¿Qué no hay recursos para que nadie muera de enfermedades que son curables o para que todo el mundo pueda acceder a una educación?

El mundo puede llegar a hacerse muy pequeño para todos nosotros si seguimos por este camino. Mucha más gente con la misma o un poco más de comida. Muchos recursos malgastados de forma terriblemente estúpida para satisfacer el consumismo que se ha convertido en la norma. ¿Cuánta ropa crees que se destruye cada año para no tener que venderla a un precio demasiado barato? ¿Cuántos recursos crees que suponen el que tú te comas una hamburguesa del McDonald? Y no estoy diciendo con esto que dejes de comprar ropa o hamburguesas del McDonald ni mucho menos —esto segundo tampoco sería malo que dejases de hacerlo, pero no es lo que pretendo—. Solo te pido que antes de hacer algo te pares a pensar en si realmente es necesario ese algo y en qué consecuencias tiene. Empatiza con los demás. Con el mundo.

Me apetece gritarle cuatro cosas a ese tipo que se me ha cruzado corriendo mientras yo iba con el coche. Hazlo si quieres, pero después de pensar en todas las veces que tú has corrido por que tenías muchísima prisa por la razón que fuera y te has cruzado con alguien sin querer. Procura ser más empático. Cultiva el altruismo, porque a la larga te va a generar mucha más felicidad que el egoísmo. Eso te llevará a ser egoístamente altruista. Pero sé tú mismo.

¿Cuántos niños hay en el mundo sin escolarizar? ¿Cuántos de esos niños tendrían el potencial, si se les permitiera desarrollarlo, de ser el siguiente Einstein? Pocos, pues los genios no abundan. Pero… ¿os gustaría perder a uno solo de ellos teniendo en cuenta lo pequeño que se nos está quedando el planeta? Porque según el capitalismo, podemos seguir consumiendo sin preocuparnos de nada únicamente porque hasta ahora los avances tecnológicos lo han permitido y nos han dejado acabar con un montón de recursos con la esperanza de que las nuevas tecnologías suplirían esa voracidad que nos caracteriza como especie. Y si dejamos que los genios se mueran de hambre o que malvivan sin derecho a una educación, a lo mejor morimos todos nosotros también de hambre, y no diré yo que no lo merezcamos en cierto modo.

A lo largo de la historia el truco más recurrente para unir a la gente, utilizado por religiones y por grandes dictadores, ha sido el de buscar un enemigo común contra el que pelear, para poder unir a las masas y enfervorizarlas. Uno de mis libros favoritos, El juego de Ender, habla sobre como solo ante la amenaza de una invasión alienígena consigue la humanidad al completo unirse y trabajar en conjunto. Y como gracias a esa unión el desarrollo conjunto de la humanidad es inmenso. Esta idea se repite a lo largo de la historia humana una y otra vez, aunque a pequeña escala. ¿Cómo pongo de acuerdo a toda esta gente que piensa un montón de cosas diferentes en un montón de aspectos? Les doy un enemigo común al que odien mucho más de lo que odian sus diferencias ¡et voilá! Ya lo tienes, les has unido.

Yo no quiero hacer eso con el sencoísmo. No hay enemigos contra los que unirse porque los únicos enemigos que tenemos como humanidad somos nosotros mismos. Lo que hagas con tu vida va a estar bien, sea lo que sea, porque la vida no deja de ser un conjunto de experiencias que necesitas acumular de cara a tu viaje hacia el todo. Intenta imaginar un mundo donde la humanidad está unida completamente y dedique todos sus esfuerzos a mejorar… Es complicado, ¿verdad? Somos tan egoístas que es difícil hasta imaginar un mundo donde ese egoísmo no exista. No creo que vayamos a conseguir esa utopía, pero sí creo que podemos disminuir el egoísmo hasta conseguir una sociedad mucho mejor. Para ello no podemos pensar en términos de oprimidos y opresores, capitalistas y comunistas. Ni siquiera egoístas y altruistas. Porque mientras veamos el mundo en una escala de blancos y negros, no podremos apreciar los grises. Y mientras juguemos a la dualidad, lo único que conseguiremos será un revanchismo en el que unos egoístas con poder son derrocados por unos egoístas sin poder que cuando consiguen llegar al poder se convierten en copias de los antiguos egoístas con poder y siguen replicando el mismo modelo defectuoso. Hay que romper ese círculo vicioso y pensar en términos de humanos y humanos. No hay enemigo, somos todos lo mismo, aunque algunos hayan conseguido avanzar algo más. Y la única manera de seguir avanzando es predicar con el ejemplo, sin fijarse en lo que hagan los demás. En el momento en el que te fijes en que otros no hacen lo mismo que tú, no les eches la culpa ni te enfades, simplemente felicítate a ti mismo por estar haciéndolo bien y continúa adelante.

Busco que la humanidad se una y que ese huevo cósmico que me imagino como representación del total de nuestra especie sea capaz de evolucionar, de dar el paso a la adolescencia o a la adultez lo más rápido posible. Y propongo hacerlo de una manera novedosa, sin odiar a nadie y sin echar las culpas fuera. Simplemente creyendo en lo mismo y tratando de predicar con el ejemplo. La mayoría de la gente sabe lo que está bien y lo que está mal, pero en montones de ocasiones nos dejamos arrastrar por ese «es que todo el mundo lo hace». Paremos eso. Compórtate en todo momento como crees que tú deberías comportarte. Dale una oportunidad al altruismo. Dásela, aunque sea de una forma egoísta, porque confías en mi palabra de que así te sentirás mejor.

Intenta visualizar un mundo dónde todo el mundo actúe igual que tú cuando practiques tus oraciones sencoístas, eso hará que tengas en mente la meta y facilitará el camino enormemente.

Resumiendo: el sencoísmo existe para crear a Senco, una idea, un dios. Este dios nos permite almacenar la energía positiva que vamos generando día a día para poder pedírsela cuando más la necesitemos, en una especie de «seguridad social» a la que otorgas lo que puedes para recibir lo que necesites en caso de tener algún problema. Y existe también como un medio para intentar alcanzar una masa crítica de gente que busque ser feliz mediante el altruismo egoísta. Esa gente buscaría lo mejor para sí misma intentando, siempre y en la medida de lo posible, hacer lo mejor por el prójimo.